A veces esta pregunta, que parece algo inocente, comienza tornándose más profunda cuando se realiza. Si bien la mayoría de las personas que optan por el adiestramiento llegan a un profesional precisamente buscando la solución de un problema que ya convive con ellos desde hace tiempo, otros buscan encontrar el disfrute de tener a un compañero inseparable a su lado. Sea como sea, los dueños pretenden encontrar la comunicación que han perdido, o que quizá nunca han llegado a tener, y son pocos los que se plantean las diferentes formas de hacerlo.
Algunas de las respuestas a esta pregunta pueden verse reflejadas a continuación:
- Quiero que el perro me haga caso
- Quiero conseguir el control de mi perro
- Necesito que obedezca para que no moleste a otras personas
- Quiero que haga lo que yo le mando, quiero enseñarle órdenes, necesito poder dejarle solo, no puedo tenerle miedo, tiene que dejar de hacer lo que quiere, etc..
En todas estas respuestas – y en muchas otras – se dibuja continuamente la necesidad de tener el control sobre el perro. En pocas, se escucha algo como: “Lo que realmente quiero es disfrutar con mi mascota y que la comunicación fluya”. Ésto no deja de ser curioso, pues si modificamos un poco la pregunta y el escenario, y nos trasladamos a incluso antes del comienzo de la relación persona-can, la respuesta a la pregunta “¿Por qué quieres un perro?” no suele conllevar las palabras control, dominar, mandar, obligar…
Y si esto es así, ¿cómo es que llegamos a la conclusión de que disfrutar de un perro es que haga exactamente lo que nosotros queremos en cada momento? Y si no llegamos a esa conclusión, ¿entonces por qué es precisamente lo que intentamos cuando vamos a unas clases de adiestramiento o llamamos a un adiestrador profesional para que nos enseñe a hacerlo?
Es precisamente por eso, por poder disfrutar de nuestro perro y por saber comunicarnos con él, por lo que deberíamos plantearnos desde un principio la posibilidad de llevarlo a que un adiestrador profesional nos ayude a descifrar sus verdaderas necesidades y su lenguaje. Así podremos llevar a cabo un lenguaje común que nos permita disfrutar de la compañía de nuestra mascota, pero que le dé también plena satisfacción a ella de estar a nuestro lado y nos comuniquemos para sacar un beneficio que va más allá que una amistad entre dos especies diferentes.
A lo largo de varios artículos, que son el resultado de un trabajo realizado para mi preparación como adiestradora profesional, intentaré mostrar un camino que poco a poco se va abriendo paso en el mundo de los adiestradores y que pisa con fuerza entre los que pensamos que la mejor combinación persona-perro es aquélla que se basa en la confianza mutua, la lealtad y el respeto. Para mí ha sido enriquecedor conocer a Israel González, de Compass Dog, y tener la oportunidad de que me muestre a través de sus experiencias y sus ojos una visión que me ha abierto la puerta al verdadero disfrute con los perros.
A lo largo de las décadas, los perros de trabajo han sido tratados como meros instrumentos, como herramientas, y con el transcurrir de los años y el cambio de rol de estas mascotas en la sociedad a animales de compañía o de trabajos deportivos, muchos adiestradores han seguido usando las mismas técnicas de adiestramiento que se utilizaban antaño, consiguiendo una relación forzada y en muchos casos dominada por el miedo, que no era ética y que por supuesto perseguía fines diferentes de los que yo me referiré. En la actualidad, lamentablemente, se continúan incentivando estas fórmulas con cierto éxito práctico, pero con escaso éxito moral. Es así como se mueve en mí el adiestramiento en positivo, como una necesidad de hacer las cosas de una manera diferente, y aunque en España poco extendido (a diferencia del adiestramiento mixto), es el camino que me lleva a continuar.
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