Es común que, cuando vemos un perro asustado, nos entre la necesidad de que ese miedo se le quite cuanto antes. Y en eso estamos totalmente de acuerdo… Sin embargo lo que con frecuencia hacemos es intentar que el perro deje de tener miedo en ese momento, y le obligamos a pasar por esa situación que le bloquea o le da inseguridad una y otra vez, con palabras como «que no pasa nada«, obligándole a permanecer donde está (normalmente al extremo de una correa completamente tensada) o aún peor, empujándole a acercarse al estímulo que le causa miedo.
A veces nuestra lógica sobre el posible peligro de algo que sabemos inofensivo, nos hace comportarnos de manera poco empática con los sentimientos y las sensaciones por las que nuestro perro puede estar pasando.
Tenemos varias formas de conseguir convencer a los peludos de que las cosas no son una amenaza, pero ninguna de ellas pasa por ignorar lo que están sintiendo, ni tampoco por la obligación, sino más bien por tener paciencia y saber aplicar la técnica adecuada en cada caso.
Este no pretende ser un artículo donde detallar los pasos a seguir con un perro con miedo, primero porque cada caso es diferente y segundo porque mi interés de hoy pasa más por aprender que es la paciencia y el sentido común los que tienen que guiar nuestros pasos cuando nuestro compañero canino está en apuros.
La importancia de dejarle su espacio
A veces simplemente con un poco de espacio es suficiente para que el perro pueda sentirse más cómodo y afrontar sus miedos con la seguridad de que podrá echarse a un lado, esconderse o salir corriendo si la situación se vuelve incierta para él.
Por eso, caminar con la correa extremadamente corta, por pasos estrechos o entre una multitud, para muchos perretes puede ser el detonante para ponerse en situación de alerta.
Estate pendiente de sus señales cuando sea imprescindible que esto ocurra, y comprueba que todo continúa en orden.
No le obligues, apóyale
Somos una referencia para el perro y a nosotros acudirá cuando las cosas se descontrolen o cuando necesite ayuda. Si esto no te ocurre, repasa qué cosas han ocurrido para que tu vínculo con él sea diferente.
No hay nada más frustrante que buscar una mano amiga y encontrarte con la traición de que te lleve a la boca del lobo… Si tu perro te pide alejarse de aquéllo que le da miedo… ¡corre en dirección contraria! Ponle a salvo en una zona de mayor confort, toma nota de lo que ha pasado y contacta con un adiestrador si no sabes cómo trabajar que deje de tener esa inseguridad.
Porque por mucho que tú tengas la certeza de que nada malo va a pasarle, la forma de explicárselo no es llevarle a la indefensión… y te sorprendería saber las pocas oportunidades que va a darte el perro para probar si realmente mereces su confianza en esos momentos de pánico.
Deja que tome la iniciativa
Si hablamos de contacto físico, deja que sea el peludo el que decida los tiempos y las distancias.
Abalanzarse sobre el animal para comérselo a besos, meterle casi a la fuerza una fabulosa chuche con sabor a bacon en la boca o perseguirle para regalarle la mejor de tus caricias, lo único que hará es que el perrete pueda llegar a morderte, escupa la chuche cerrando la boca como si de una caja fuerte se tratara o que eche a correr tan rápido como le den sus patas.
Respetar los tiempos y los espacios de los perros nos hace ser mucho más observadores. Y la cantidad de cosas que se pueden ver sólamente observando te hará ser más exquisito en los movimientos y las acciones que vayas a tomar para, de nuevo, convencer al peludo de tus buenas intenciones.
Recuerda que ellos son los primeros interesados en salir de esa situación tensa que les crea la inseguridad ante cualquiera que sea el problema con el que se encuentran y que no saben gestionar mejor. Es nuestra responsabilidad como guías poder apoyarles y darles la salida adecuada para que puedan continuar con su vida relajada.
Ten siempre presente que obligar no enseña (o no, al menos, lo que pretendemos) y que no hay mejor alumno que aquél que hace las cosas convencido.
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