Lo cierto es que aunque el título de este artículo no es gran cosa, plasma sin embargo exactamente el tema del que quiero hablar hoy,
Y es que va directamente dirigido a esas personas que necesitan ayuda con sus animales, posiblemente son conscientes de cuánto la necesitan, pero no terminan de involucrarse con el entrenamiento que merecen.
Con sus propias teorías
Cuando un cliente ya tiene en la cabeza cómo deberían de hacerse las cosas, y simplemente llama a un profesional para que haga un trabajo que ellos no consiguen llevar a cabo, o por tiempo o por habilidades, pero vuelcan continuamente su forma de hacer las cosas, empezamos mal.
Aunque afortunadamente ya está muy extendido en España (¡en algunos lugares españoles aún ni siquiera saben nombrarlo!) el entrenamiento en positivo choca de frente con la inmensa mayoría de «creencias populares«, y eso por supuesto incluye un trato alejado del respeto y la atención necesaria al perro.
Es difícil entrenar a un perro cuando la persona no cree en lo que le ofreces. O aún peor, por alguna razón cree en tu forma de hacerlo pero no para depende qué situaciones.
Entonces nos encontramos a personas enseñando en el respeto pero siendo completamente irrespetuosos en otros momentos de la educación, confundiendo al perro y no logrando, obviamente, los resultados deseados.
O sí, o no, pero mezclar diferentes metodologías cuando la diferencia está en la sensibilidad y el trato amable con el animal, no tiene ni pies ni cabeza.
Con poco tiempo
Desear algo con muchas fuerzas no lo hace real cuando no se ponen los medios necesarios. Simplemente no ocurre así. La falta de tiempo es uno de los grandes males de esta sociedad.
Para educar a un animal es necesario sacar el tiempo, dedicarle un espacio en la agenda para poder cambiar o moldear las conductas o comportamientos que necesite. No funciona de otra manera.
El tiempo en realidad se tiene limitado, pero se tiene. Y si hay prioridades por encima de la educación del perro, no es el momento de comenzar nada.
Con poca fe
A veces nos encontramos con personas que se desesperan porque las habilidades del/la profesional son mayores que las suyas propias… ¡con su propio perrete! Y entonces caen en un círculo de negatividad del que es difícil salir. Lo importante es avanzar, conseguir junto a tu peludo/a un vínculo y una complicidad, porque el resto irá llegando.
Vamos a parar un poco y a dejar que las cosas se tengan que trabajar. Vamos a dar ese tiempo y esa oportunidad a nosotros mismos para adquirir nuevas habilidades y conocimientos, porque las cosas no suceden sin un trabajo previo.
Igualmente, los cambios llevan su tiempo. Igual que las personas necesitamos repetir para adquirir, los perretes funcionan de la misma manera. Tiempo al tiempo, y trabajo continuo.
La necesidad de hacer que el cliente se involucre
No nos quito ninguna culpa. Es siempre responsabilidad del/la educador/a crear un clima apropiado y sentar unas bases y pautas factibles y efectivas para que el cliente pueda realizarlas y se sienta, como es en realidad, una parte imprescindible en el cambio con su perrete.
Motivación, concienciación, educación, preparación y apoyo constante. Si no, volveremos a casa con la sensación de que, una vez más, «no podemos llegar» a quien debe esforzarse porque las cosas continúen por buen camino.
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