En artículos anteriores hablaba de la importancia de dedicar tiempo a tu perro y de de ejercitar la paciencia en el entrenamiento y finalmente, en el artículo de hoy, quiero referirme a la constancia en el trabajo que realizamos.
Muchos guías de perros que comienzan a enseñar lo hacen con muchísimas ganas, pensando incluso que los resultados se verán de un día para otro en todos los casos y que el adiestramiento es poco menos que tener una varita mágica con la que, en pocos pasos, mostrarán al perro el camino a seguir y cualquier cosa que se le diga la absorberá sin más, teniendo un perro perfecto en todos los campos… Y si nos paramos a pensarlo un poco, ¿qué animal, incluido el ser humano, tiene la capacidad de aprender de esta forma?
Es ahí donde se hace necesaria la constancia. Cuando no nos apetece entrenar, cuando tenemos planes mejores, cuando el perro se muestra durante un par de días incómodo en el entrenamiento o desmotivado, cuando no somos capaces de transmitirle lo que necesitamos que haga… debemos de hacer un esfuerzo y mantenernos constantes con el entrenamiento. Intentar enseñar a un perro algo una vez cada mes, es evidente que servirá de poco o de nada. Y cuanto más constantes seamos, mejor rutina de trabajo le transmitiremos al perro, por lo que será también más fácil para los guías conseguir una buena motivación (¡si el entrenamiento es el adecuado!).
Así que al margen de remedios de un día o clases magistrales que iluminen a nuestro perrete a hacer los ejercicios siempre a la primera, lo que debemos hacer es prepararnos para establecer nuestros entrenamientos y no decaer en nuestro empeño. Día tras día, las mejoras serán palpables y eso nos animará también a mantener nuestros objetivos y conseguir ser más constantes.
Ya sabes, ¡fuera pereza!
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