No sé las veces que he podido escribir sobre esto ni las que he debatido en base a este tema ya… Pero a veces, como en un ciclo sin fin, vuelvo a encontrarme a orgullosos del entrenamiento por las bravas. ¡Ignorantes!
Y es que me es indiferente si hace años que un «profesional de la fuerza» ejerce esta profesión o si sólo lleva unos pocos días jugando a ser el macho alfa con los perros que se encuentra. Me da igual si de morder a las personas un perro ha pasado a la sumisión por pánico (no, de hecho, no me da igual; me da bastante pena) o si ha aprendido a evitar el dolor (¡o el miedo!) corriendo como un galgo a la llamada. El fin nunca justifica los medios, pero es que además hay más caminos para llegar a un mismo fin. ¡El camino del respeto!
Ignorantes los que no investigan sus propias capacidades para dar un paso más en el adiestramiento; aquéllos que someten en vez de convencer, los que obligan en vez de enseñar, los que recurren al abuso de la fuerza por su escasez de paciencia…
Y no, no me refiero a las personas que confían en la «magia» seductora de la rapidez (¿mantenida en el tiempo?)… me refiero a los que dedican su vida a tratar con animales, a ayudar a las familias a tener una vida plena y feliz con sus peludos o a competir en eventos deportivos por placer… ¿placer de quién?
Como en todos los campos, la formación es la base del conocimiento. Sin formación caemos en la desesperación de no saber cómo actuar, y apoyados en el carácter doméstico y casi siempre leal de nuestros compañeros de cuatro patas, nos tomamos libertades que pasan por alto su bienestar. ¡Su bienestar! Y eso es precisamente de lo que va todo esto: entrenamos para conseguir el bienestar animal (mil gracias Demian Philp, ¡cuántas cosas encajaron en mi cabeza!).
Es ignorante quien no quiere aprender, teniendo como ejemplo a grandes profesionales que deciden cambiar el ABC del entrenamiento en favor de la investigación hacia formas más «civilizadas» de hacer las cosas. Es ignorante quien se niega a abrir los ojos a una realidad que es posible, que se está demostrando continuamente y que habla desde el cariño y el amor a otros seres vivos. Y no hablamos de una corriente marginal, no… ¡hay libros, vídeos, charlas, cursos, y mucha documentación para poder formarse! Hacen falta además un poquito de voluntad y apertura de mente…
En el recorrido que llevo, ya he comprobado que esta lucha es difícil de ganar a corto plazo, pero algo que me queda claro es que quienes conseguimos arrimarnos a una forma ética de entrenamiento y mirar más allá, vamos ganando la confianza de aquéllos que quieren que sus peludos tengan un entrenamiento sin traumas, sin competiciones humano-perro, sin miedos, sin dolor. Y afortunadamente la gente que acude a un profesional para solventar un problema o para disfrutar más con su perrete, quiere lo mejor para él.
Lo mejor no pasa por la humillación ni por el sometimiento. Lo mejor pasa por la unidad del equipo y la confianza plena de uno en el otro.
Ójala adiestradores que comienzan a interesarse por el mundillo y que en su cabeza tienen comenzar este camino a nivel profesional, tengan la suerte de encontrar lo antes posible una formación de calidad que les permita evitar centrarse en el «no se puede» y encontrar sin embargo la manera de hacerlo.
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