No son pocas las veces que los entrenadores nos encontramos con un perro con características muy especiales que sin embargo no responde a las señales de sus guías o cuidadores. Y por mucho que se empeñen, sin la motivación adecuada ese perro tan apto para el entrenamiento, no se moverá, y si lo hace, pronto perderá el interés por el trabajo y seguirá su camino lejos de los ejercicios que se le pide realizar.
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Adiestramiento práctico: cómo coger piñas
Neska y yo hemos salido a dar un paseo, como tantas veces, y en esta ocasión, en vez de jugar con las piñas, algo que aumenta muchísimo sus niveles de excitación, he comenzado a redirigir la asociación que hace con las piñas y el juego con algo que para mí es mucho más práctico: coger leña.
Responde son facilidad a las peticiones de «coge» y «suelta«, por lo que eso lo tengo ya hecho. Simplemente hay que redirigir el juego hacia la tarea de meter la piña en la bolsa. No es sencillo, pues aunque Neska regresa relativamente bien a su estado emocional que podemos considerar normales, las pelotas y las piñas la suben la excitación hasta niveles muy altos y tarda bastante rato en recuperarse.
Un buen entrenamiento
Se hace patente que hay una necesidad cada vez más reconocida de crear un vínculo con el perro que va más allá del simple adiestramiento. Es decir, el adiestramiento del perro se realiza con más sentido y con más solidez cuando el perro se convierte en uno de los dos pilares del entrenamiento, dejando a un lado el camino de una sola dirección. La comunicación continua entre el animal y el adiestrador, la compenetración en el momento de marcar los tiempos, la confianza mutua y el necesario entendimiento, son las piezas de un engranaje que dará la solvencia necesaria a los ejercicios para que lo aprendido permanezca y haya voluntad de aprendizaje.