Estás dando un paseo por el parque, tu perro está suelto, jugando a lo lejos con sus colegas caninos, detrás todos de una pelota y corriendo sin parar de un sitio para otro. Es la hora y te tienes que marchar, y tú llamas a tu perro con la mejor de las intenciones… ¡pero él se hace el sordo!
Por si acaso con tanto ajetreo no te ha oído, vuelves a llamar un poco más fuerte, y después del cuarto intento, tu llamada comienza a sonar poco dulce y bastante impositiva… pero tu perro, lejos de volver a tus brazos corriendo, te mira unos segundos (sí, parece que te dice que te quedes tranquilo, que oírte, te ha oído), y continúa con su fiesta particular entre amigos.