Después de hacer el Chicken Camp I – discriminación, con la emoción de la novedad, la curiosidad de lo desconocido, la genialidad de lo enseñado y el buen ambiente de los compañeros, hacer el Chicken Camp nivel II sólo era cuestión de tiempo… y por fin ese tiempo llegó la semana pasada.
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Salida de socialización canina: mayo 2015
De nuevo el domingo salimos al campo a hacer lo que más nos gusta… ¡disfrutar en compañía de nuestro perro!
Dos participantes tuvieron que marcharse antes de tiempo por el nivel de estrés que mostraban sus amigos peludos, pero con trabajo y paciencia esperamos poder disfrutar de su compañía en próximas salidas. ¡Seguro!
Chicken Camp nivel I – discriminación
En los dos últimos fines de semana he podido asistir al curso de Chicken Camp impartido por Carlos Bueren, de Animal Nature, única persona en España que ha completado todos los niveles directamente de Bob Bailey, certificado por él. Debo agradecer enormemente la oportunidad que nos brinda a los entrenadores de animales de realizar estos cursos en España, con la calidad y la forma de enseñar tan fantástica que mantiene siempre Animal Nature.
No hay varitas mágicas
Es una pena, pero lo cierto es que no existe una varita mágica para entrenar a un animal. A ninguno, por muy simple que pueda parecernos. ¡Cuántas veces habríamos tirado todos de la varita para cambiar un comportamiento en nuestro perro! Y con frecuencia habríamos pagado el precio que hiciera falta para, con un agitar de varita mágica, eliminar el problema que tenemos.
Las claves del éxito (II): Paciencia
Cuando ya hemos conseguido sacar el tiempo suficiente para nuestro perro, es hora de ponerse una capa de paciencia que nos permita darle al perro su espacio y su tiempo para poder trabajar con él. Y esto es importante porque sin la paciencia necesaria no podremos fomentar que el perro investigue, pruebe y finalmente aprenda.
Enseñar moviendo el rabo
Sí, sí, el rabo lo mueve el perro, pero si alguna vez habéis tenido la experiencia de educar a un perro, convendréis conmigo en que la sensación más placentera es la de enseñar mientras el perro es feliz, y mueve el rabo esperando que le des la oportunidad de hacer el ejercicio que le pides, que al fin y al cabo nos produce a nosotros esa energía positiva que, sin duda, haría que moviéramos el rabo también si tuviéramos uno…