¡Enhorabuena! No todo el mundo puede decir que su perro se queda tranquilo en casa hasta la hora de su regreso. Es reconfortante poder marcharte sin temor a que tu perro se mantenga en un estado de alerta constante, nervioso, atemorizado o aburrido y activo hasta el punto de que necesite mordisquear lo que tenga a su alcance.
Así que, además de mi felicitación, me gustaría aconsejarte que no cambies nada de lo que estás haciendo. Cuando las cosas funcionan, lo mejor que podemos hacer es continuar haciendo lo mismo, para que todo se mantenga.
Miriam Sainz¿Todo en orden cuando tu perro se queda solo en casa?
Pasan los minutos y tu perro no vuelve aunque se lo digas de todas las maneras que conoces… ¿te ha pasado? Pues este taller te ayudará a entender los pasos a dar para que la llamada a tu perro tenga una respuesta rápida y fiable.
Aprenderemos sobre:
El valor de los refuerzos y cómo manejarlos
Ejercicios para ir trabajando una respuesta efectiva
Distractores que entran en juego: cómo trabajarlos y combatirlos
El paseo es ese momento ideal para centrarte en tu perro. Fomentar el vínculo y disfrutar de una vuelta con tu peludo es una de esas cosas que «no tienen precio«.
Soy consciente de que mucha personas se ven envueltas en la vorágine del día a día y estos momentos pasan a ser un problema, pero una vez más, creo que la responsabilidad que implica tener una animal conviviendo con nosotros debe estar muy por encima de «la prisas» o «el poco tiempo», y va intrínseca en el propio peludo. Cambiar el chip y convertirlo en ese paréntesis (esos paréntesis… ¡al perro hay que sacarlo al menos tres veces al día!) que nos permitan tomar aire de nuestro día a día, puede ser un buen comienzo.
Siempre es un placer pasear por la dehesa de Majadahonda y aprovechar los pinos, las sombras y la naturaleza para dejar que los perros se relacionen entre sí a la vez que seguimos aprendiendo sobre la comunicación canina.
El pasado domingo estuvimos aprovechando el día nublado (¡que al final resultó no ser tan fresco como aparentaba!) y dimos una vuelta por los alrededores de la Dehesa. Cambiando un poco la ruta por los perretes que participaron y por los perros que andaban sueltos por la Dehesa, pudimos soltar a algunos de ellos mientras Ozzy y Kima mantenían las distancias. Demasiadas revoluciones para la peludita que gracias a las atenciones de Alberto y María tuvieron que abandonar la segunda parte de la salida, la mañana continuó con tranquilidad, salvo raras excepciones donde la distancia se hizo imprescindible.
En el maravilloso mundo de compartir tu vida con un cachorro, es fundamental comenzar con buen pie la relación y el vínculo que estableces con él. Jugar con un cachorro es una fantástica oportunidad para enseñarle ciertos límites y una interacción sana, también partiendo de momentos de alta excitación.
Un cachorro no es de porcelana, y apuesto a que si tienes uno cerca, ya habrás podido comprobarlo. Lejos de eso, cuando un cachorro juega «todo le vale», y si tiene confianza contigo como compañero de juegos, comenzará a elevar su nivel de energía hasta el punto de que puede llegar a hacerte daño.
El momento de salir de casa cuando tienes un cachorrito, supone un hito importante tanto para ti como para tu perro. Despegarse de esta bolita de pelos te puede resultar difícil, y con seguridad será una situación que tu cachorro necesitará trabajar para no generarle ansiedad ni problemas presentes y futuros.
Estás dando un paseo por el parque, tu perro está suelto, jugando a lo lejos con sus colegas caninos, detrás todos de una pelota y corriendo sin parar de un sitio para otro. Es la hora y te tienes que marchar, y tú llamas a tu perro con la mejor de las intenciones… ¡pero él se hace el sordo!
Por si acaso con tanto ajetreo no te ha oído, vuelves a llamar un poco más fuerte, y después del cuarto intento, tu llamada comienza a sonar poco dulce y bastante impositiva… pero tu perro, lejos de volver a tus brazos corriendo, te mira unos segundos (sí, parece que te dice que te quedes tranquilo, que oírte, te ha oído), y continúa con su fiesta particular entre amigos.
Conviviendo con un perro con frecuencia tendemos a justificar lo que hace, a no prestar atención a señales sutiles o incluso a poner etiquetas, algunas de ellas injustificadas y que le estigmatizan el resto de su vida.
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