Sí, sí, el rabo lo mueve el perro, pero si alguna vez habéis tenido la experiencia de educar a un perro, convendréis conmigo en que la sensación más placentera es la de enseñar mientras el perro es feliz, y mueve el rabo esperando que le des la oportunidad de hacer el ejercicio que le pides, que al fin y al cabo nos produce a nosotros esa energía positiva que, sin duda, haría que moviéramos el rabo también si tuviéramos uno…
Desde que comencé a adiestrar a Neska, la primera perra entéramente a mi cuidado, hemos pasado por muchas etapas hasta ver muy claro cuál es la manera de interactuar. Y porque Neska es una perra muy especial, ha resuelto satisfactoriamente todos mis líos con la educación, o mis fallos, garrafales o no, pero qué duda cabe que ahora su entrenamiento es mucho más efectivo; pero sobretodo, un momento de placer para ambas, así como lo es con Noa o con el resto de perros con los que trato.
Las etapas de la doblegación han pasado, y eso queda muy patente a la hora de buscar un/a adistrador/a, pues casi todos nos definimos como adiestradores en positivo, aunque a veces tienda más al mixto, pero en cualquier caso respetando al animal y dejando fluir las energías y el aprendizaje en todas direcciones.
Es maravilloso que la Historia nos vaya enseñando a ser un poquito más humildes y a tratar a los animales como nuestros iguales.
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