Parándome a pensar el verdadero motivo que me lleva a entrenar a perretes, que son muchos y muy variados, si tuviera que destacar solamente uno de entre todos ellos, creo que podría ser devolver a los humanos con los que convive la ilusión que tuvieron al comenzar a compartir su vida con un peludo, y que tras la impotencia, la desesperación, la rabia, los enfados, la frustración de ver cómo aquel sueño se tornaba en un problema continuo, han perdido.
Poder entrenar a un perro, ya sea en adiestramiento o en modificaciones de conducta, hace que la vida de las personas que conviven con él, cambie, principalmente en las modificaciones de conducta, pero no solo. Cuando consigo que una persona y un perro conecten, que consigan comprender ambos cuáles son las reglas del juego, que formen un equipo y que se ayuden y complementen, creo que se da un paso importante en el respeto y el equilibrio natural que nunca debería haberse perdido.
Es mucha la frustración, sobretodo, de quienes intentan hacer las cosas bien pero no tienen una base para poder hacerlo. Y sentirte frustrado con un miembro de la familia es algo realmente duro, y que además se va incrementando con cada problema mal resuelto.
Por eso creo que lo más importante del trabajo de un entrenador, adiestrador, educador canino o profesional en cualquier caso, es devolver la ilusión del responsable del perro que sentía cuando decidió tenerlo.
Y ayudándonos entre todos, estoy convencida que iremos poniendo nuestro granito de arena en la comprensión y aceptación de las especies más allá de la imposición y el sometimiento.
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