Cambio de actitud
El primer paso para comenzar a educar a tu perra de una manera amable, es cambiar la actitud. Es probable es que esto ya lo tengas conseguido, o estés en el camino para hacerlo, porque si no, no habrías llegado hasta este artículo.
Y esto es necesario porque el camino que queda por llegar no es sencillo. Si además nuestra actitud negativa y autoritaria nos boicotea, tenemos altas probabilidades de que terminemos echando por tierra todos los avances conseguidos, antes de llegar a buen puerto.
Este cambio de actitud bien podría referirse a una forma diferente de enfocar este camino de educación canina en positivo. En vez de corregir las conductas de tu perro y procurar que no se porte mal, vamos a centrarlo en convivir y disfrutar de nuestras compis de 4 patas. Esto no es baladí. Allá donde tengamos el foco, llevaremos nuestras acciones.
Al escribirlo me suena como uno de los muchos libros de autoayuda… ¡y no hay nada más lejos en mi intención! Pero es cierto que buscar una solución céntrándonos en corregir, evitar, modificar, interrumpir o eliminar conductas, es mucho más irritante que construir, compartir, aprender, adaptar o respetarlas.
No te vengas arriba si eres una de esas personas «heaters» del adiestramiento en positivo pensando que la solución que aporto es adaptarnos a los comportamientos que no queremos de nuestro perro. Tranqui, sigue leyendo que igual te sorprendes.
Empatía
Si bien es cierto que es una palabra muy nombrada, no es tanto una acción realizada habitualmente. Empatizar es ponerse en el lugar de nuestra perra (en este caso), pero como si yo misma fuera una perra. No se trata de ponerme en su lugar desde mi (ironía) pedestal de humana. Se trata de entener por qué hace las cosas como perra y cuáles son sus necesidades como perra. Es decir, por qué lo haría yo si fuera una perra y qué podría convencerme, quizá, para hacer otro comportamiento distinto.
Aquí aparece la temida humanización, y es precisamente no empatizar lo que nos hace humanizarles. Pensar como humanas a la hora de intentar entender sus necesidades, o dotarles de nuestras pautas de acción para manejar nuestra convivencia, es una humanización en toda regla.
Intenta entender, con una actitud positiva y abierta al aprendizaje, y será el mejor regalo que podrás haceros a tu compi y a ti.
Observación y conocimiento de nuestro perro
No son iguales, no. Tan diferentes y apasionadamente peculiares que de poco nos sirven los estándares de raza, los tamaños o la forma física. De poco, cuidado, pero no de nada. Por eso conocer al animal con quien convives es prioritario. Puedes hacerlo a través del conocimiento de sus señales de comunicación canina (y el uso específico que tu perra en concreto hace de ellas), de sus gustos y preferencias, tiempos de actividad y descanso, miedos, juegos y necesidades en general.
La gran mayoría de problemas de conducta se arreglarían o mejorarían de manera casi inmediata si nos tomáramos el tiempo de observar a nuestra perra. Y es que a veces parece que todo lo tenemos que arreglar en el momento en que ocurre, sobre exponiendo al animal a los estímulos que le dan miedo, le molestan o no le gustan. Si hubiéramos observado previamente, determinaríamos si esa exposición hace mejorar o no el problema, si quizá su respuesta es claramente negativa a pesar de que «aguante el chaparrón«, o si quizá es la cuarta exposición en una misma semana a estímulos complicados de gestionar, y de repente nos encontramos con una respuesta exagerada y desadaptada a la situación.
Si tenemos el respeto suficiente por nuestro perro como para dejarle decidir una salida más o menos cómoda, porque empatizamos con una situación complicada para él que además nos comunica de forma clara para que podamos entenderlo, estamos casi casi en la cima de la educación en positivo.
Revisión de nuestras habilidades
Llegadas a este punto, tenemos claro cómo ayudar en situaciones complejas y cómo mejorar la calidad de vida de nuestra perra. Sin embargo, falta algo igual de importante: conseguir realizar los cambios que necesitamos para aumentar también nuestra calidad de vida mediante una buena convivencia.
Con frecuencia los y las profesionales de la educación canina nos pasamos gran parte del tiempo indicando lo que deberían evitar las personas que conviven con perros. Nos llaman para solucionar uno o varios problemas, y lo primero es eliminar todo aquello que no es respetuoso con el perro o que potencia el problema (al menos, todas/os aquellas/os profesionales que no exigimos seguir utilizando collares de ahorque o corriente eléctrica, no nos creemos más chulos/as por aplicar la fuerza y no terminamos diciendo que con perros con miedos no sabemos trabajar…sí, no me lo podía callar).
Normamente las personas aprenden rápidamente qué es lo que tienen que hacer, pero se ven en un vacío cuando tienen que ponerse a educar algo. Yo sé bien y de primera mano esa sensación de estar sobrepasada por la situación. Evitar eso que no debo hacer, pero continuar teniendo el problema sin poder llegar a resolverlo.
Recuerdo todo un verano dispuesta a cambiar mi forma de educar que pasaba de ser egocéntrica, autoritaria, inflexible e insensible, a precisamente respetuosa y «en positivo» (término que no acaba de convencerme, pero con el que nos entendemos). Y lo recuerdo porque lloré de rabia, de impotencia, de desasosiego… muchas veces. Las cosas no salían como yo quería pero sabía que no estaba dispuesta a continuar con patrones aprendidos previamente. No tenía herramientas suficientes.
No obstante y a pesar de todo, es preferible no hacer nada en un momento dado por no tener habilidades desarrolladas, que hacerlo cargándote el vínculo, la ética y el honor de una misma.
Esto me lleva inevitablemente al último apartado: ¡fórmate!
Formación
Online, presencialmente, con clases pagadas o gratuitas, cursos, charlas, talleres… Es lo mismo. Simplemente fórmate. Ser autodidacta o ir de la mano y la supervisión de profesionales sólo depende de ti, tus capacidades y tus preferencias. A mí siempre me ha gustado que me enseñen, pero reconozco que me gusta aprender también por mis experiencias y recursos propios.
Es importante que te rodees de personas a las que admiras y con las que te sientes bien cuando ves la relación que tienen con sus perros. Es importante porque nuestro cerebro, queramos o no, absorbe información que retiene con más o menos éxito y nos impulsa a realizar acciones. Si algo he aprendido, es que he ido repitiendo lo que he visto hacer, sobre todo inicialmente, y me ha costado mucho desechar aquello que me han enseñado a pesar de que no estuviera de acuerdo. Porque cuando te ves con falta de recursos, tu cerebro te lleva a hacer lo que conoce. Y normalmente, es más fácil haber visto una educación dura, insensible y poco ética de evitación inmediata del problema (mucho habría que escribir a medio y largo plazo) que darse cuenta de las que tienen un carácter amable y respetuoso, aunque sean firmes (pasan más desapercibidas).
Así que como avanzaba al inicio del artículo, como ves este tipo de educación conlleva una reflexión y una interiorización que a menudo nos falta incluso en nuestras relaciones sociales humanas. Pero no sólo se puede conseguir, sino que te hace crecer en muchos sentidos como persona. Y además, como he dicho en más de una ocasión, me hace dormir bien por las noches, sumando al entendimiento y el enriquecimiento interespecie.
Descárgate aquí la guía de comenzar la educación en positivo
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