Que el aprendizaje es un proceso es algo que todos, entrenadores y clientes, deberíamos tener claro. Pensar que los adiestradores tenemos una varita mágica por la que las cosas simplemente cambian, tiene connotaciones infantiles y fantasiosas que no le hacen ningún bien a nadie, perretes incluidos.
Y es que realmente creo que existe un problema de comunicación, de cómo se ha estado transmitiendo durante mucho tiempo la idea de que la magia existe en el entrenamiento, y que los cambios comportamentales son cuestión de tocar allí y apretar allá, como si de una revisión de vehículo se tratase.