A veces es un sueño que está en tu cabeza desde bien temprana edad. A veces es la soledad la que nos impulsa a llenar nuestras vidas con la alegría de un amigo peludo que nos acompañe en el camino. Otras veces a causa de una necesidad o bien por llenar un hueco que anteriormente ocupaba otra mascota. Los motivos son múltiples, pero en la mayoría de los casos se busca cubrir un espacio que rara vez puede ser cubierto por otro ser vivo.

Cuando estás esperando la llegada de un perro en la mayoría de los casos la imaginación vuela hasta momentos muy bonitos, placenteros, donde nos imaginamos al amigo perfecto que siempre está ahí, que nos quiere incondicionalmente y que disfruta siendo nuestra sombra, corriendo por verdes prados y acompañándonos a todas partes.

La realidad muchas veces suele ser otra: metidos en la rutina de una ciudad o gran ciudad, nos falta tiempo para sacarle a hacer siquiera sus necesidades, por lo que la parte lúdica no aparece en nuestra agenda. El perro está mal educado, tira de la correa y no regresa cuando le llamamos, por lo que no podemos ir al campo con él, y con frecuencia es una obligación que nos hace preguntarnos en qué momento se nos ocurrió la idea de tener un perro. ¿Y le queremos? ¡Claro! A pesar de que por no salir nos destroce los sillones, de que haya aprendido que raspando se le abren las puertas y de que, lógicamente, proteja su comida para que nadie más se acerque mientras él disfruta de su merecido almuerzo… ¿Cómo no vamos a quererle si en el fondo es un perro buenísimo?

A pesar de que sea el perro más maravilloso del mundo, incluso cuando se apodera del sofá, cada vez más se siente la necesidad de tener perros educados en la sociedad de hoy, que por otro lado nos reportará grandes beneficios a lo largo de la vida de nuestra mascota. ¿Te atreves a adiestrarle con adiestramiento en positivo?