Con frecuencia intentamos minimizar nuestra responsabilidad o los efectos de una mala situación con nuestros perros. Pero si no somos conscientes de cuáles son las posibles consecuencias de una vivencia concreta, no seremos capaces de reaccionar a tiempo. Serán nuestros perros los que carguen con una mochila mal gestionada.
Veo necesario escribir este artículo por la cantidad de situaciones diferentes que se dan, y donde, para las personas, simplemente «no ha pasado nada«. A continuación voy a exponer algunas circunstancias de la vida cotidiana donde, en realidad, hay más importancia de la que creemos.
Cuando un perro «marca» a otro perro
Los perros se comunican y parte de esa comunicación es también un marcaje, con gruñido o con mordisco de manera controlada.
Habitualmente escucho eso de «los perros se entienden«. Y así es. El problema no es ese. Los seres humanos normalmente no entendemos cuando no se están entendiendo. Ahí sí, ahí tenemos un problema.
Evadir nuestra responsabilidad como guías y punto de apoyo vital de nuestros perros en las relaciones con sus congéneres, es el problema.
Es un sinfín de veces justificado, cuando se trata de un adolescente o un cachorro más pesado de lo habitual con muchísima energía y pocos buenos modales. Un jovencito al que, ni perros previamente, ni las personas con las que convive, han sabido convencer para ser más respetuoso en su juego o en sus acercamientos. Así que aparece eso de «déjale, que aprenda«. Pero, ¿sabemos a quién estamos dejando como maestro/a de nuestro joven perro? Porque igual que para nuestras hijas no sería lo mismo dejarlas aprender con Daria Saltykova que con Clara Campoamor, tampoco deberíamos dejar que nuestras perras lo hicieran con adultas/os desequilibradas/os que pusieron en peligro su propia estabilidad, presente y futura.
Pero no solo… a veces no entendemos que la sensibilidad de unos puede ser muy superior a la de otros. Con muchísima frecuencia no sabemos el pasado de los perros que tenemos delante. Y es que no es lo mismo haber tenido una buena socialización o que le haya costado mucho iniciar las relaciones con sus iguales.
Observar las reacciones que tiene con otros perros las horas o días posteriores al incidente, nos dará una pista de cómo de grave ha sido la situación o si, por el contrario, efectivamente no debemos preocuparnos.
Así que no, no es una buena opción dejar a nuestras perras aprender sobre las relaciones caninas con cualquier perra/o, y mucho menos, con la cantidad de perros desequilibrados, al alza, que tenemos en nuestra sociedad. Cuando un perro marca a otro, pasa algo, claro que pasa. Desde un aprendizaje minucioso hasta un trauma por lo que sus humanos considerarán que «no ha pasado nada«.
Si hay una agresión a una persona, de leves consecuencias
Lo veo continuamente en las protectoras. Normalmente ocurre cuando la persona se ha excedido de las pautas que se le han dado. Hay unas reglas concretas con perros concretos, porque los educadores somos capaces de ver más allá. Por eso se establecen unas pautas de trabajo. Sin embargo, las personas voluntarias ven, evalúan erróneamente, saltan las pautas y ocurre lo que nadie quiere: la agresión.
Esa sensación de bloqueo al haber hecho algo que se ha pedido expresamente que no se hiciera, enseguida genera el comentario de «pero no ha pasado nada«. Y ahí sí, nada más lejos de la realidad. Como forma de minimizar su susto, nuestro estupor o la «culpa» del perro, entonces relativizamos una agresión. Y una agresión, sea de la índole que sea, no debe minimizarse nunca.
Como mínimo, lo que han ocurrido han sido dos cosas: por un lado que el perro ha reforzado su agresividad frente a una situación concreta, que podrá generalizar, o no, por lo que tenderá a repetirla en un futuro, y por otro, que hemos pasado por alto su comunicación previa a la agresión, reduciendo su confianza en nosotros ( o las personas, o el voluntariado, o incluso en sí mismo). Total nada.
Esto, independientemente de lo que haya generado en la persona que ha recibido la agresión, que por supuesto habría que analizar de igual modo (miedo a estar con ese perro en concreto o con perros similares; sentimiento de incapacidad para realizar la ayuda que estaba prestando, etc.).
Y he comenzado por los centros de protección animal porque es donde más frecuentemente lo he visto, pero aunque menos habitualmente, también he presenciado dolorosas justificaciones de familias que terminan viviendo amedrentadas por su perro/a, porque nunca le han dado la importancia que tiene una agresión.
Al ser perro ladrador, poco mordedor
Todas conocemos esas/os perras/os que se ponen en la puerta de casa ladrando y gruñendo, y donde sus responsables nos dicen «entra, que no pasa nada«. A mí se me congela la sangre. ¿Que pase por alto su clarísima comunicación canina porque nos conviene pasar a la casa? No, gracias.
Fíjate que para las personas que viven con la perra, la mentalidad es que molesta, que qué pesada, que a ver si para ya, y si con suerte, la educadora se lo quita de una vez. Pero cambiemos la visión: tenemos una perra que necesita gritar que te marches porque no quiere que entres su territorio, porque tiene miedo, porque le generas inseguridad, porque no quiere que disturbes su paz… o por cualquier otro motivo. ¿Qué necesitas que haga para respetar lo que quiere? ¿Necesitas que muerda? Porque en muchos casos, eso es lo que pasará. En muchos otros, cada vez tendrá menos autoestima y se sentirá más desvinculada de ti, que eres quien debería entenderla. Y en el mejor de los casos, sentirá que no tiene ni voz ni voto, y buscará formas de canalizar esa frustración.
¿De verdad sigues pensando que hacer oídos sordos al malestar de tu perra no tiene ninguna consecuencia? Entonces haz un poco de ejercicio empático y ponte en su lugar. ¿Cómo te sentirías protestando contundentemente por cosas que nadie tiene interés en solucionar, aún pudiendo hacerlo? Los perros no ladran, gruñen o protestan por nada. Siempre hay un por qué, lo entendamos o no, lo compartamos o no, lo escuchemos o no.
Un susto grande e inesperado o miedos conocidos
Con la misma idea del apartado anterior, cuando nuestro perro es miedoso o asustadizo, termina generándonos hartazgo. Solo escribirlo me pone los pelos de punta. Y lo escribo desde la más grande de las frustraciones y las penas, pues convivo con una perra que me ha llevado a aprender todo y más sobre el miedo, y que, tras unos maravillosos años de tregua, su vejez lo está reavivando de nuevo.
Cuando tienen miedos o se asustan con situaciones que para nosotros son inofensivas, nos produce frustración e incomprensión. Además, la impotencia nos atrapa cada vez. Y con estas sensaciones tan dañinas nos enfrentamos a intentar solucionar el problema… que en ocasiones solo pasa por el control ambiental. Y eso de modificar la realidad de nuestros perros para que puedan tener una vida más calmada, merece un esfuerzo ímprobo.
Así que es normal comportarse como que «no pasa nada» para poder dejar de sentir las sensaciones antes mencionadas y, por qué no, para darnos una tregua. Y esto es muy humano… y muy lícito. Pero debemos saber que sí pasa. Y pasa mucho. Los miedos son para mí el peor de los problemas con diferencia. ¡Vivir con miedo es un tormento!
Mucho cuidado con dejar a nuestro perro en situaciones que le generan sustos o miedos que no pueden gestionar, para que se acostumbre. De nuevo volvemos a la inundación, lo cual es una canallada. Si hay gestión, será duro, pero si no la hay, será además contraproducente. Y ya sabemos muchas otras formas de mejorar la calidad de vida de nuestros perros, sin tener que pasar por alto el respeto que les debemos.
Si tu perro suelto se acerca a otro
Esta es de mis favoritas (nótese el sarcasmo). Vas por la calle y aparece un perro suelto. Pides que llamen o controlen al perro en cuestión para que no se acerque a la tuya, y ahí está: «no, si no hace nada«. Es el inicio de una conversación absurda en la que una persona pide de varias maneras más o menos acertadas que el otro perro se marche, y la otra persona inicia una pedagogía incomprensible para justificar el carácter maravilloso de su perro.
Es evidente que lo primero que me viene a la cabeza es que, si mi perra no puede gestionar a otros perros sueltos cerca, tampoco tengo tiempo de contarlo. Simplemente, por favor, atiende a mi petición de que no se acerque. Cada una tenemos nuestras perspectivas, experiencias y formas de gestionar las cosas, y no debería haber debate al respecto. Sobre todo, porque en ese debate pasa tiempo, se acortan distancias y puede afectar negativamente a mi perra.
Lo que para quien lleva el perro no controlado es un «no hace nada«, en realidad puede ser un aumento de tensión, un acercamiento no pautado en medio de una terapia, una posible agresión con mayores o menores consecuencias, y, en cualquier caso, una situación no deseada e innecesaria. Perros que tienen problemas de socialización, pueden verse muy afectados por el simple hecho de haber pasado un límite de distancia para el que no estaban preparados aún.
Por el otro lado, llevar a mi perra suelta y no controlada (las dos cosas, porque si mi perra va suelta pero tengo control sobre ella, no veo el problema) puede generarle problemas con perros mal socializados, con dolores, con miedos u otro tipo de inconvenientes. Por tanto, si alguien me pide que no se acerque a su perro, primero por civismo y educación, y después porque mi perra puede tener complicaciones, no entiendo por qué debería comenzar una conversación sobre si pasa o no pasa algo con quien no conozco.
Esto, según vengo observando con el paso del tiempo, ocurre mucho con personas que llevan perros grandes o potentes, imagino que cansados de que se prejuzgue a sus perretes. Pero independientemente, si mi perra no acepta a un perro grande o movido, el sentido común tiende a decirme que no necesitaré explicar varios minutos el por qué no quiero que otro perro se acerque.
Así que antes de decir corriendo que «no pasa nada«, a pesar de que socialmente suponga un respiro, estaría fenomenal que evalúasemos el pre y el post de estas situaciones «normales». Solo el/la perro/a puede decirnos de manera convincente eso de «no ha pasado nada«.
6 comments
Join the conversationSonia - 4 de septiembre de 2022
Como siempre ¡muy interesante, Míriam! Gracias por el artículo y por hacernos pensar en lo que podríamos mejorar.
Miriam Sainz - 4 de septiembre de 2022
¡Gracias a ti por estar al otro lado, Sonia! 🙂
Me alegra que te haga reflexionar.
MARIA - 31 de agosto de 2022
Hola Miriam, mi perra es miedosa y cuando viene gente a casa, ladra, pero si la dejas que se acerque, huele a las personas y se queda tranquila, de hecho nos acompaña, mueve el rabo y se fija en nuestra reacción. Si estamos tranquilos, ella está tranquila. Pero no estamos haciendo bien? Ella siempre ladra, aunque seamos su familia, luego nos huele y ya se pone contenta y con la gente que viene de nuevas a casa, qué hacemos?
Miriam Sainz - 4 de septiembre de 2022
Hola María.
Me parece una buena opción la que estáis haciendo. Siempre dejad que sea ella la que se acerque, e incluso si podéis, con la familia o gente que ella conoce, hacer la presentación fuera de casa y entrar junto con ella. Eso también le ayudará a normalizar la entrada.
Siempre mirando por su comunicación, pues si ladra pero es ella la que da el paso y olfatea, cuando muestre señales de mayor relajación o de comodidad, es el momento de pasar. Si se mantiene mucho tiempo ladrando antes de acercarse, dadle más espacio, y como digo, una buena idea es hacerlo fuera de casa.
Un saludo.
Samantha - 22 de agosto de 2022
Me ha encantado el artículo gracias por compartirlo además estoy totalmete deacuerdo con lo que comentas.
Miriam Sainz - 22 de agosto de 2022
Muchas gracias Samantha 🙂