En el mundo canino, la pelota no es solo un objeto de juego; para muchos perros, se convierte en el centro de su universo. Este fenómeno, que a primera vista puede parecer inofensivo e incluso adorable, encierra una realidad más compleja. Cuando un perro desarrolla una obsesión por la pelota, no solo cambia su comportamiento durante el juego, sino que también afecta a su interacción con el entorno y con otros seres vivos.
En este artículo, exploraremos las diversas facetas de esta obsesión y cómo puede llegar a influir en la salud mental de nuestros compis caninos.
1. Sólo está pendiente en el paseo de que saques la pelota
Si tu perra no interactúa con otros perros o no tiene otra manera de jugar, es probable que ya tenga una obsesión considerable. Los paseos no son sólo necesarios por motivos higiénicos, sino que aportan gran cantidad de estímulos que enriquecen el día a día de los perros.
Es posible incluso que haya peleas con otros perros por tener el poder de la pelota, pero no tiene por qué ocurrir para que la obsesión se esté produciendo. Lo que es seguro es que si todo el resto de estímulos están siendo ignorados por la previsible salida de la pelota, tenemos que interiorizar que hay un problema.
Con frecuencia lo achacamos a que si no aparece la pelota, la perra no corre o no juega. Y sin embargo ese rapto atencional es lo que genera que no lo haga. Hay perros más o menos activos y más o menos ocurrentes, pero cuando un perro aparentemente sano no realiza otras conductas, es posible que mentalmente no lo esté tanto.
2. No se cansa nunca de devolverte la pelota para que la vuelvas a lanzar
Parece algo casi patológico: da igual el número de veces que la hayas lanzado o lo lejos que la hayas enviado… siempre hay una respuesta favorable de tu perro trayendo la pelota para un tiro más. A veces, si está muy cansado o cuando decides dejar de lanzarla, puede que se la lleve a su lugar de descanso o que te la deje en los pies, mirándote fíjamente por si te animaras a volver a empezar el juego. Algunos perretes de hecho te la dejan en los pies al caminar para que fortuitamente la roces y puedan ir a buscarla. Todo su mundo es esa esfera redonda.
Hay que recordar que cualquier comportamiento exagerado conlleva estrés. Y el estrés puede aflorar con gemidos, movimiento rápido y continuo, ladridos… pero también con inmovilidad y espera, con atención máxima. Los perros normalmente se cansan de jugar, de dormir, de entrenar, de comer (sí, al menos en condiciones óptimas, deberían…). ¿Cómo es que no se cansa del mismo juego una y otra vez? Es un síntoma que encontramos también en la ludopatía. ¿Más señas?
3. No parece disfrutar de nada más cuando la pelota aparece
Es incapaz de pensar en otra cosa. No hay comportamientos alternativos que le hagan cejar en su empeño de que la pelota ruede o vuele por los aires. Incluso la comida, si acaso la come, lo hace con desgana y casi como peaje para poder volver a centrarse en lo importante. Salir a la calle o cualquier otra cosa con la que en otro momento disfruta, no son valoradas ahora. Es una obsesión toda regla.
A veces incluso parece que ni siquiera disfrutara en el propio placer de correr a buscarla o de conseguir encontrarla. Es como si su máxima fuera volver a repetir el proceso una y otra vez, sin una meta concreta y sin el placer de estar haciéndolo. Sólo repetir y repetir.
4. Si encuentra una pelota, no se moverá de ahí
Recuerda con exactitud donde estaba aquélla que en su día encontró y la busca sin descanso, aunque ya no esté. Por supuesto, al no encontrarla el nivel de ansiedad aumentará considerablemente, y es común que no podemos llevárnosla de allí fácilmente.
Su único fin en el paseo es encontrar una pelota, y de nuevo deja de lado otro tipo de estímulos y otro tipo de interacciones con personas, perros o el entorno mismo. A veces aparentemente olfatea y busca distintas cosas en el paseo, pero la realidad es que siempre vuelve con una en la boca, pues allá donde se haya una, él conseguirá encontrarla.
5. Es capaz de hacer casi cualquier cosa por ella
Subir a árboles imposibles, cruzar carreteras, pegarse con perros aunque nunca lo haga por otro motivo, prescindir de la comida e incluso el paseo… y si no la consigue, llorará y mostrará ansiedad muy elevada al no poder tenerla.
Es tanta la motivación que pierden el control, la atención, y por supuesto la respuesta reflexiva a lo que se le pida o lo que necesite hacer.
Con frecuencia encontramos perros con este nivel de ansiedad aunque controlada, y lo utilizan en los entrenamientos deportivos o de trabajo. Es un error inmenso asociar ese estado de ánimo (y ese desgaste exagerado a nivel cognitivo, físico y emocional) a cualquier tipo de entrenamiento (cualquiera que vele por el bienestar de los perros, claro). Y por supuesto se puede utilizar para subir la motivación, pero tendremos que dotar al animal de espacios de enriquecimiento mucho más allá de un juego explosivo con la pelota (o cualquier otro juguete o incluso comida) para conseguir un equilibrio sano.
En resumen…
La obsesión de un perro por la pelota es un asunto que merece nuestra atención. Es crucial diferenciar entre un juego saludable y una fijación que puede derivar en problemas de comportamiento y bienestar.
Como responsables de nuestras perras y perros, debemos fomentar un entorno equilibrado, donde el juego con la pelota sea solo una parte de un abanico más amplio de actividades. Esto no solo enriquecerá la vida de nuestros perros, sino que también fortalecerá el vínculo que compartimos con ellos, asegurando su salud física y mental a largo plazo.
Es bueno recordar que el bienestar de nuestros compis depende de un equilibrio cuidadosamente orquestado entre juego, descanso y estímulo mental.
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